El Conquistador
El Conquistador nace de una idea excepcional, única, llena de promesas. Una idea con la que podría hacerse una película espectacular, un videogame novedoso o una novela atrapante.
Pero que no.
Antes del descubrimiento de América, los aztecas envían a un brillante joven a navegar hacia el este y descubrir las tierras de sus dioses.
La expedición está compuesta por presos, esclavos y marginados, y termina, claro, topándose con Europa.
Es decir, Andahazi pone a la historia frente a un espejo y realmente su idea es muy interesante.
Pero nada más.
NOTA: Hoy nos enteramos que se afanó la idea de la novela Los Indios Siguen Cabreros, de Agustín Cussani.
Desgraciadamente la novela no está ala altura de la consigna.
El texo de la contratapa dice que el libro "será leído como una novela de aventuras". Si bien es cierto que es el relato de una aventura, no tiene ni la estructura ni el ritmo ni las formas narrativas de una aventura.
Es una especie de crónica explicada. Andahazi se zarpa con las descripciones. Al punto que a lo largo de todo el libro describe hasta los diálogos. Se dan entonces muchísimos pasajes así: "Fulano le dijo a Mengano que deberían atacar la ciudad. Pero Mengano le respondió que, si bien era una buena idea, convenía entrar normalmente por el puerto. Entonces Fulano le sugirió que..."
Y así todo el libro.
Esto es tedioso después de un rato y hace innecesariamente lento el ritmo del texto. Otra cosa que conspira contra el ritmo son las redundancias y las repeticiones. Leemos mil veces lo mismo.
Por otro lado, el texto es un poco inocente y obvio en su manifiesto político: No hacía falta escribir una y otra vez sobre la empatía del protagonista con los oprimidos y la antipatía hacia el poder.
Por Dios, es un grupo de sudacas marginales conquistando el ombligo del poder europeo. Hacerlo explícito a cada rato no es solo redundante sino que subestima al lector. Aunque sospecho que esos guiños fueron puestos allí para el jurado del Premio Planeta.
Cuando la novela avanza en lo dramático se hace muy interesante. Desgraciadamente estos momentos son pocos y el resto del relato es una meseta donde la cosa no va ni pa' tras ni pa' delante. Al punto que en muchos tramos uno puede saltearse hasta capítulos enteros sin que eso afecte en nada el avance de la novela.
Pero El Conquistador parte, además, de un hecho histórico errado. Y este yerro es parte del sostén de la trama, con lo que automáticamente ya desde el vamos la novela huele mal.
Andahazi da por cierto que en Europa, en aquella época, creían que la Tierra era plana y que más allá del horizonte el mar caía hacia un abismo habitado por monstruos y criaturas espantosas.
Esto es inconcebible. Todo el mundo sabía que la tierra era redonda (obviamente todo el mundo instruido o culto. La gente común, quizás no.) Si no se había hecho ningún viaje hasta 1492 fue porque eran costosísimos, aparentemente inútiles y, por sobre todo, porque la travesía era tan larga (no se sabía contundentemente de la existencia de América en el medio, aunque sí se sospechaba) que hacía la aventura imposible.
Semejante desatino histórico es imperdonable. Salvo que haya montado su historia sobre este yerro en forma conciente, por alguna razón. Razón que no descubro. La novela no cambiaba absolutamente en nada si hubiese respetado que los europeos ya conocían la forma de la tierra.
Pese a todo esto, la novela se lee con interés hasta un poco más de la mitad, salvo por esos pasajes estancos ya mencionados. Lamentablemente, más allá de la mitad, la obra se repite tanto y se agregan tantos episodios sin trascendencia dramática que se hace pesada.
CONSEJO 1: Yo no la compraría. Con los 30 mangos que cuesta me compro el Fahrenheit, la Clú del próximo mes y todavía me sobra guita para completar la colección.
CONSEJO 2: Si te la prestan o la bajás de Internet, leéla mientras te interese. Cuando te aburras, no tengas miedo de saltear párrafos y hasta capítulos enteros. Vas a entenderla igual.
Data adicional para tus clases de historia:
* Se sabe que Colón consultó los mapas del monje benedictino Andreas Walperger de 1448 y el de Enricus Martellus Germanus del año 1489, tres años antes del viaje de Colón, donde figuran las Indias Orientales que hoy conocemos como América, y conocía los trabajos de Toscanelli y de Juan de Mandeville.
Como si esto fuera poco muchos sabios, por lo menos desde la época de Aristóteles, siglo IV antes de Cristo, sabían que podía navegarse en pocos días desde las costas de la península ibérica hasta una tierra que se encontraba más allá.
(Extractado de un artículo del Dr. Horacio Boló)
* La redondez de la Tierra
Desde la más remota antigüedad se sabe que la tierra es esférica. Ya se habla de ello en el Antiguo Testamento y por supuesto lo sabían perfectamente los egipcios, Platón y Aristóteles. Tal es así que un sabio griego que vivió en el Siglo III antes de Cristo, Eratóstenes, quién nació entre el 284 y el 275 antes de Cristo en Cirene, es decir, hace 2.300 años, midió el perímetro de la tierra con un aproximación que aún hoy asombra (39.614 Km.) ya que el resultado real medido con la tecnología actual es de 40.008 km. Esto lo hizo más de 1700 años antes de Colón. También Ptolomeo, que nació alrededor del 100 después de Cristo y murió en Alejandría en el 170 de nuestra era, lo daba por sabido y en todas las Universidades Medievales, incluida la de París, en el siglo XIII se enseñaba que la tierra era redonda.
(Extractado de un artículo del Dr. Horacio Boló)
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